lunes, 28 de mayo de 2018

Carta a quienes detentan el poder en la UPTAMCA


Por: Douglas Meléndez

Desde aquel decreto del Ejecutivo Nacional Nº 792, de fecha 23 de Noviembre de 1971, publicado en Gaceta Oficial Nº 29699, donde se crea el querido y recordado CULTCA, ya han pasado 45 años. En este lapso temporal han transcurrido miles de vidas de venezolanos y extranjeros que tuvieron la dicha de ser parte de esta gran institución. 


Quienes nos encontramos en ese selecto grupo humano (por la influencia que recibimos del CULTCA), fuimos afectados de por vida y nos sentimos agradecidos por ello, miles de estudiantes y cientos de trabajadores con sus distintas responsabilidades, recibimos su acogida y protección. Fue una experiencia integral, el hecho de poder formar parte de una institución con tamaña responsabilidad en el desarrollo de nuestro país, formar parte de esa amalgama de PERSONAS, que en sus distintos roles coexistían en torno a esa loable misión de formar profesionales, indiscutiblemente fue una de nuestras mayores improntas que hoy tanto nos enorgullece, ser CULTQUISTAS.

Se podrían escribir decenas de libros sobre las historias de sus protagonistas: sus luchas gremiales que tantos frutos dieron, el contrapunto político que como universidad al fin tenía lugar de manera natural, la diversidad de enfoques en la pluralidad del cuerpo docente que tanto nutrió el carácter universitario, la participación de toda la comunidad institucional en una variadísima gama de actividades derivadas de la función de la Extensión Universitaria en pleno ejercicio y cuyo centro era LA GENTE, comenzando por la siempre bien ponderada razón de ser institucional: Los Estudiantes. En fin, miles de historias de vida centradas en la relaciones de la GENTE.
La institución era una parte muy importante de tu vida, desde la sostenibilidad financiera que te otorgaba el poder adquisitivo de los sueldos en esa otra Venezuela, hasta la capacitación y recreación que como trabajador recibías en esos tiempos mejores. Cualquiera de los que vivimos esos años dorados en nuestra institución al pronunciar la palabra CULTCA, se le viene a la memoria un sinfín de anécdotas que nos alegran la vida, aunque sea por un momento.
¿Qué pasó?, ¿Dónde se detuvo ese armónico desarrollo institucional?, ¿Cuándo la GENTE dejó de ser lo más importante para dar paso al nuevo paradigma? el control absoluto del poder.
De un día para otro, esa complejidad nutritiva de relaciones interpersonales como política institucional, desapareció. De pronto las personas dejaron de ser importantes, se diluyeron en una horrible dinámica administrativista, instrumentalista, que solo se concentra en los procedimientos más básicos y elementales que una gestión primaria puede hacer: pagar la nómina, comprar insumos y contratar servicios que garanticen la operatividad mínima de la institución de la ahora “UNIVERSIDAD POLITECNICA TERRITORIAL”. Lo demás es lo de menos, dirán quienes detentan el poder.
Atrás quedaron las sonrisas producto de esa amplitud de actividades que nutrían las relaciones de toda la comunidad institucional (incluyendo los vecinos del sector), hoy los “funcionarios” asisten a su compromiso laboral. Solo quedan actos proselitistas diseñados para cumplir con su cuota de “compromiso” político ante los Jerarcas del partido-gobierno-estado que detentan el poder en otros niveles.
La participación desapareció cuando fue proscrita la opinión distinta, fue preciso reducir las actividades para que los disidentes no tuviesen espacios y fuesen reconocidos, de la democracia que abanderaba los procesos electorales de sindicatos, cajas de ahorros, centro de estudiantes y autoridades, ya no queda vestigio. Se acabaron los debates amplios, plurales, libres y diversos, eso no se hace en este tipo de universidades, donde la Universalidad como principio fundamental tiene otra connotación. Ahora todos los cargos son de libre nombramiento y remoción, a discrecionalidad de las autoridades de turno y por un tiempo indeterminado. Si se tuviese que realizar alguna elección, esta se realizaría de manera furtiva y bajo el más absoluto control de quienes detentan el poder institucional.
Una de las grandes pérdidas fue la participación de las organizaciones sindicales y de cualquier trabajador (dada su naturaleza pública), en la elaboración del Plan Operativo Anual (POA) y su respectivo presupuesto. La mayoría de la población institucional desconoce las acciones, proyectos y programas que conforman el POA. Lo que sucede en una institución con más de tres mil estudiantes y cientos de trabajadores activos y jubilados, es de carácter discrecional de un reducido grupo de funcionarios.
No hay manera de hacer seguimiento y evaluación de la gestión, dado que se desconocen las metas y su respectiva ejecución física. Mientras tanto padecemos de insuficiencia presupuestaria perenne, lo cual impide el óptimo funcionamiento de los programas de Docencia, Extensión e Investigación, todo ello reducido a su mínima expresión. Nos acostumbramos a que el Campus Universitario es un pasillo o una escalera. Por ejemplo, desde que se quemó la cantina de la sede central hace más de dos años, no se ha gestionado nada en absoluto para resolver esa dramática situación que afecta a una familia trabajadora con GENTE que posee más de 25 años de servicio a la institución.
El tema presupuestario resulta de menor relevancia cuando volvemos la vista a la GENTE y aquí el llamado a quienes detentan el poder institucional: La GENTE necesita ser escuchada y reconocida en su particularidad como ser humano; deben abrirse al debate y buscar vías de entendimiento más allá de la descalificación y la confrontación, centrándose en los intereses en común y no en las posiciones políticas e ideológicas, demostrando respeto por la otredad; Admitir las equivocaciones y aceptar aportes de quienes deseen hacerlos; Tratar de ver las cosas desde el punto de vista del otro, promoviendo el reencuentro en los motivos más nobles que nos demanda la institución; permitir la restauración de la dignidad de la persona como ser diverso, llamándola por su nombre y disponiéndose a oír sus inquietudes. No sé si eso es mucho pedir, no se trata de un juego político de quítate tú pa ponerme yo. Tienen el poder de hacer mejor la vida institucional de cientos de personas.
Eso sería un gran arranque en un proceso de restauración de la armonía institucional, re ponderando a las personas como centro de la gestión, más allá de los medios, razones y períodos en que detenten el poder. Como ustedes dicen: Vuelvan caras.

Douglas Meléndez

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